El debate sobre el turismo, en L'Informatiu
Las intervenciones en el Congreso, el Barça y el acústico de Leonmanso, otros temas
Había transcurrido más de una hora de discursos oficiales (el municipal y el de la Associació de Veïns de Barcelona, FAVB) cuando, sin guion ni estadística ni grandilocuencia, un anciano vecino de la Barceloneta, Antonio López, puso el dedo en la llaga: «No nos molestan 40 ni 80 millones de turistas, nos molesta el incivismo». Un discurso reiterado por los muchos asistentes que no quisieron criminalizar el teórico éxito turístico de Barcelona sino señalar los déficits en su gestión. No hubo apenas turismofobia en la primera audiencia popular para hablar sobre el tema, pero sí posiciones muy enfrentadas entre la ciudadanía. Como en un partido de fútbol, la mitad del aforo fue para un bando, integrado por dueños de pisos turísticos y anfitriones que alojan viajeros en su propia casa, y la otra para el ciudadano hastiado de una saturación de viajeros en sus barrios. Pero muchos de estos últimos se quedaron en la calle, lanzando sus quejas a gritos animadamente, ante una sala (en Lesseps) que se quedó muy pequeña, algo muy criticado por casi todos.
El discurso no aportó novedades a lo que ya había trascendido. La FAVB lanzó un decálogo de propuestas que incidía en el tema del alojamiento (que centró gran parte del debate), mientras los ciudadanos que se benefician más o menos domésticamente del turismo se defendían asegurando que «si se cumplen las normas» todas las actividades son compatibles. Parados, discapacitados y emprendedores defendieron las bondades de la llamada economía colaborativa que permite distribuir la riqueza del turismo, con un sinfín de historias personales, mientras los vecinos de la Barceloneta, la Sagrada Família o el Casc Antic insistían en los estragos de vivir puerta a puerta con excesos y masificación, mientras lanzaban dardos al alcalde Trias por no hacer acto de presencia en el debate más candente del mandato. La propia concejala de Economía, Sònia Recasens, asumía los vaivenes en la percepción ciudadana del turismo (en lo peor de la crisis la mayoría apoyaba su promoción, mientras que ahora el 60% pide ponerle límite, dijo) y las «externalidades» y problemas colaterales de atraer a 27 millones de viajeros al año, la mitad solo de paso, como excursionistas.
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